sábado, 8 de agosto de 2009

Las Mujeres más influyentes de la Independencia

Publicado por Mujeres de la inde :K en 17:42

Mujeres...

Durante el Período de la Independencia de chile la involucración femenina no estuvo en su generalidad abocado a la lucha armada como sucedio en otros países latinoamericanos como Colombia o Perú, pero sí protagonizaron un activismo político, lo que recién comenzó a ser reconocido desde fines del siglo XIX.
En la independencia la guerra afecto la cotidianidad, el accionar y la imagen que se tenía de la mujer en aquel entonces.



En la historia...


Las guerras de la independencia nacional con todas sus vicisitudes y cambios de mando, afectaron la unión y cohesión de la sociedad colonial en su conjunto; muchas familias se vieron divididas defensores del Rey y de la patria, y las mujeres, como parte integrante de la sociedad, no estuvieron ajenas a esta escisión en el cuerpo social de aquel entonces.

Las mujeres no fueron espectadores pasivos del conflicto, sino más bien participaron en él y fueron afectadas por la guerra. Pese a esto, la mujer ha permanecido a oscuras en la historiografía epocal que solo a consignado la gesta de la mitad de la población reduciendo a esta otra a un eterno anonimato. Existen muchas mujeres influyentes cuyos consejos se escuchan en distintas esferas de la acción masculina.

Previamente a la instalación de la Primera Junta de Gobierno, se celebraron en las iglesias de nuestro país, una serie de novenas y misas, en favor de la conservación del antiguo régimen; del mismo modo, a fin de desprestigiar el movimiento juntista, se buscó alarmar a la población contra este proyecto. Así, se decía que este sería el origen de una serie de turbulencias, de una guerra encarnizada y sangrienta, y de la destrucción de la religión. Haciendo eco de estos rumores muchas señoras de Santiago intervinieron en la arena política a fin de resguardar el orden colonial. Diego Barros Arana consigna en sus páginas, estas primeras manifestaciones de intromisión femenina en la política.


“Muchas señoras de Santiago, a pesar de que veían interesados a favor del cambio de Gobierno a casi todos los vecinos más respetables y de más alta posición de la ciudad, y que casi todos ellos eran católicos fervientes y fanáticos, creían fácilmente estos rumores esparcidos por el clero en el púlpito y el confesionario. El 15 de septiembre se presentaron algunas de ellas en casa del Conde de la Conquista a representarle entre lágrimas y sollozos los males sin cuento que iban a caer sobre el país y sobre la religión, si persistía en consentir que se celebrase el Cabildo Abierto”

El Conde de la Conquista, Gobernador de la capitanía general en esos difíciles momentos, debió enfrentar, además de los sollozos las súplicas de las encopetadas damas de la capital, la incesante influencia que sobre él ejercía su nuera, Josefa Dumont, “española y ardiente defensora del Rey”, quién le decía:


“Si permite Vuestra Merced, que se instale Junta de Gobierno como quieren los libertin os, nuestra casa es arruinada y perdida y acusado Vuestra Merced. de delito de traición contra su soberano y pagará con la vida e intereses conforme a la ley, siendo nosotros luego el desprecio de la nación[...]le suplicamos, le rogamos y con nuestra ternura le pedimos que sea un Argos en la firmeza, haciéndose inflexible a los proyectos y propósitos de los innovadores a quienes, sin distinción de clases y personas, es de necesidad absoluta expatriarlos para Lima, botarlos del reino sin demora. Este es el sentir de los primeros hombres de la ciudad, del Obispo y respetables ministros del altar”

La influencia femenina escuchada y respetada en los círculos familiares se prolongó y proyectó al espacio público, en defensa de los intereses del Rey. Este “poder invisible” no fue ineficaz del todo, pues contribuyó al retraso y a la tensión producida antes de la instalación de la Junta, como a los sucesos acaecidos posteriormente a ella.

Las autoridades de los diversos gobiernos de turno reconocieron en reiteradas oportunidades el poder del influjo femenino, y por ello buscaron atraer a las mujeres a su lado cuando era posible, en caso contrario, se buscó combatirlas a través de la prensa ridiculizándolas, confiriéndoles una serie de atributos nefastos a sus personas, en fin se temió en las altas esferas políticas al influjo mujeril.

La sensación de impunidad que rodeaba la labor opositora de las mujeres al orden imperante no solo desesperó a las autoridades patriotas de los primeros días, sino que también se prolongó en el tiempo y se fue haciendo cada vez más insoportable para las autoridades, transformándose casi en un problema de Estado para cada administración.

En La Gaceta de Santiago de Chile de 1817, nuevamente puede verse la preocupación del gobierno ante la incontrolable rebeldía femenina.


“Ya no pueden escucharse con indiferencia las repetidas declamaciones contra la osadía de algunas mujeres que se declaran enemigas de la libertad de la patria. Lisonjeadas de las consideraciones que la educación y el hábito de respeto tienen consagradas a su sexo, se juzgan defendidas por un privilegio de absoluta impunidadpara verter la opinión que aprendieron del hombre que las halagaba, del perverso confesor que se las enseñó como un dogma, o del realista que las sostiene [...] No pueden ser muchas las reducidas por el amor: porque son muy pocas las que lo merezcan. Ya se ha dicho otras veces que las anti-patriotas en lo general son feas, o viejas, o rudas y no hay pasión tan extravagante que se dedique a semejantes objetos. Si existe alguna que reúna las gracias del talento a la juventud y la hermosura, ella adoptará muy breve nuestro sistema, siempre que trate c on los que profesan y se lo hagan entender. [...] La desgracia es, que las mas veces [muchas veces] un acaloramiento del corazón se hace superior a la filosofía y al interés público y el temor a disgustar a la señora enmudece acaso a los más bravos y resueltos defensores de la independencia”


La Gaceta del Gobierno, además de hacer alusión a la supuesta impunidad que rodeaba a las enemigas de la libertad de la patria, como a la osadía de su comportamiento público, pone de manifiesto el malestar que ocasionaba entre los hombres que las mujeres, inmiscuidas en terrenos que no le eran propios como, la política, no mostraran temor al gobierno establecido. Asimismo, manifestaba que el patriotismo pasaba a ser tanto una cualidad femenina como masculina, que engrosaba la lista de virtudes que debía adornar a una buena mujer. Aquellas que no compartían los principios de la patria, fueron denominadas en reiteradas ocasione s como, “antipatriotas”, “sarracenas”, “godas obstinadas”, “feas”, “viejas” y de otras formas peyorativas.

La desgracia para las autoridades del gobierno patrio, era que la influencia de una dama era muy importante para el hombre; así si esta se mostraba contraria a la libertad, el varón entibiaría su espíritu para no contrariarla, tratando afín de agraciarse con ella seguir su manera de pensar.

Así, el atraerse a las mujeres, el influirlas en pos de uno u otro bando se hizo algo necesario en aquellos años.

Las autoridades realistas, asimismo, vislumbraron tempranamente la importancia del poder femenino en sus familias y en la sociedad como conjunto. De este modo, el bando monárquico también se dirigió a ellas, pues reconocía cuan grande era el imperio de su influjo.


“Graciosas Chilenas, añadid la docilidad y la dulzura a los demás atractivos que os hacen tan apreciables. No se diga que la seducción las hallo fáciles y el desengaño tenaces. No tenga mas poder y más influencia en vuestro corazón, la inconsideración, la rapacida d, la desenvoltura que el honor, el juicio y la prudencia. Devoto llama la iglesia a vuestro sexo, no la desmintáis dando a entender que aprobáis, las rapiñas, los sacrilegios, la descarada irreligión, si defendéis apasionadamente a sus autores. No ensucies vuestros bellos corales investigando con fiereza contra los amadores de la paz y de vuestros verdaderos intereses. Cesen del todo las tertulias mordaces, lassediciosascanciones que pueden seros muy nocivas. Dulces sirenas, encantada vuestros libertadores, cantando sus lores, pregonando sus hazañas, ensalzando su valor y sus virtudes. Mucho podéis influir en la común tranquilidad: emplead pues toda la fuerza y el arte que concedió la naturaleza a vuestro sexo en procurarla: lo lograréis probablemente y Chile os confesará deudor de una gran parte de sus bienes”

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Si las mujeres se habían decidido a defender su ciudad, y a las fuerzas leales al Rey, ante la acometida patriota también lo hicieron en defensa de las fuerzas patriotas acantonadas en la guerra del sur, un parte militar del 20 de noviembre de 1818, dirigido por Ramón Freire al Supremo Director, así lo confirma: “ Ayer al amanecer vinieron de la otra parte del Biobío cincuenta hombres, diez y seis fusileros y los demás lanceros a atacar el destacamento de Hualqui compuesto de veinte y cinco soldados de infantería al mando del subteniente del Batallón Nº 1 de Chile Don José Tomas Huerta [...] La milicia de aquel Distrito se reunió al momento que oyó los primeros tiros, y hasta las mujeres salieron a la defensa, queriendo vengar las crueldades que anteriormente cometieron estos bandidos”

Aún cuando las mujeres no se desempeñaron en su mayoría como soldados en la guerra, si estuvieron presente en los acontecimientos de ésta, como informantes, auxiliares y correos. Así, tanto las patriotas como las realistas, tejieron una red irrastreable - en muchos casos- que conectó lugares distantes e inconexos a simple vista.

En todas las fases de desarrollo de la independencia nacional, tanto en la Patria Vieja, como en la Reconquista y Patria Nueva, las señoras dirigieron, pública y también subrepticiamente, una actitud opositora al orden de turno, pues no solo criticaron a los vencedores en la vía pública sino que también inventaban toda clase de sutilezas para enviar informes a sus maridos, parientes o cercanos.

Tempranamente doña Nicolasa Prado fue reconocida por los servicios prestados -informes- a una de las juntas gubernativas de Carrera, que se encontraba en abierta disputa con la de Concepción. Un oficio de la Junta Gubernativa de abril de 1812, así lo ratifica:





“La Prado es una mujer que, desde el principio de nuestras desavenencias con la Concepción, no ha omitido diligencia que conduzca a la reconciliación y a nuestro decoro, ni se ha parado en la dificultad de los medios para conseguir que llegue a nosotr os su noticia. Esta conducta es el único motivo que ha llevado todos los males a su casa, porque se ve prófuga y desamparada absolutamente, y porque ha pasado por el dolor de dejar presa a su madre, y a su familia rodeada de padecimientos”




Tal como esta vecina de Concepción proporcionaba información a la Junta de Santiago, Josefa Salcedo y sus hijas mantenían correspondencia e informaban a Martín Reyes de los movimientos de las tropas y las disposiciones que el Gobierno de la provincia de Concepción tomaba para enfrentar a las fuerzas realistas que se encontraban agrupadas en Chillán a comienzos de 1814. Doña Andrea Quintana para proporcionar informaciones a las fuerzas del Rey, remitía chasquis al enemigo comunicando las noticias en los papeles de cigarrillos.

Importante fue también labor realizada por las correos femeninas durante la reconquista. Conocida fue la gestión de informante realizada por doña Antonia Salas durante aquellos años, pues mientras su padre Manuel de Salas y su esposo Isidoro Errázuriz yacían en el destierro: “[ella] les comunicaba, por medio de esos ardides ingeniosos en que son tan hábiles las mujeres, el verdadero estado de la revolución”.

La labor femenina en muchos casos excedió el ser simples conductoras de informaciones. Las mujeres estuvieron al tanto de lo que sucedía, incluso de los detalles más mínimos, que resultan ser de vital importancia en asuntos de guerra. La suspicacia femenina, como su silencio, le valieron el reconocimiento de aquellos hombres tales como los Carrera que mantenían comunicaciones con sus mujeres a través de un sistema de claves.

La condición femenina, si bien evitaba en parte las sospechas, no significaba libertad absoluta para maniobrar. Las mujeres que se dedicaron a la tarea de proporcionar informaciones debieron utilizar todas las tretas que estuvieran a su alcance para evitar ser descubiertas y castigadas, pues la vigilancia policial de los gobiernos de turno ciño sus ojos sobre las damas que le parecían sospechosas.



...La participación femenina sin distinción de clases sociales existió y fue un apoyo fecundo para los revolucionarios y también para los realistas en sus momentos de mayores aflicciones.

Asunción Lavrin desde la perspectiva hispanoamericana apoya esta percepción enunciada:

“Las Mujeres tuvieron participación en las sublevaciones, conspiraciones y tumultos populares en la época colonial, pero fue durante las guerras de independencia cuando en toda la América española tuvieron la oportunidad de tomar parte en gran escala en los cambios políticos”

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